POR QUÉ NO APLAUDIRÉ A UN HOLOGRAMA (AUNQUE SEA EL DE MARIA CALLAS)💃

I am not an angel and do not pretend to be. That is not one of my roles. But I am not the devil either. I am a woman and a serious artist, and I would like so to be judged.

― Maria Callas

Artículo original Why I Won’t Clap for a Hologram escrito por Evan Selinger y publicado en Medium Technology. Traducido y adaptado al castellano para Desesperados TV.

La tecnología sigue borrando la línea existente entre los seres humanos y las simulaciones, pero ¿a qué nos está llevando esta nueva realidad?

Aplaudir en el cine, puede quedar un poco raro. Algunas personas aplauden a los personajes que les han gustado, o se burlan de los villanos que finalmente reciben su merecido, celebrando que por fin ha sido derrotado. Si la película ha gustado mucho, los espectadores pueden llegar a aplaudir cuando aparece el carrusel de los créditos, a pesar de que el elenco y el equipo no están allí para disfrutar de la efusión del público. Hacemos esto, a pesar de saber que la pantalla es una forma de comunicación unidireccional, porque es un momento de alegría, fugaz, de comunidad y solidaridad, una sensación de que compartimos algo con la sala.


Entonces ¿por qué deberíamos aplaudir la actuación de un holograma? Mientras estaba sentado en el Centro Jorgensen en la Universidad de Connecticut esperando que apareciera en el escenario un holograma de la fallecida estrella de ópera María Callas, me preguntaba cómo interactuamos con un humano virtual y cómo podemos sentirnos afectados con uno, si éste apareciera bajo la forma de alguien que ha muerto, como un ser querido, por ejemplo. Para creerse este espectáculo, uno pensaría que la compañía que había organizado el evento, había creado “la segunda venida de Maria Callas” cuarenta años después de su muerte.


Cuando este holograma subió al escenario, estaba a años luz de parecer un diseño artificial, o una imagen parcialmente pixelada con movimientos de robot. Tenía una fuerte semejanza física y sus gestos eran convincentemente expresivos, con movimientos realistas y gráciles. El holograma de María Callas en el escenario, estuvo acompañado por humanos reales como Eímear Noone, un galardonado director de orquesta y compositor. El holograma siguió un guion realista, programado y diseñado para comportarse, tanto como fuera posible, como su antecesora diva.

Durante una escena del Carmen de George Bizet, el holograma de María Callas pronostica su propia muerte y la de su amante con una baraja de cartas que arroja al aire. Entonces en ese momento, la nueve de cartas queda congelada antes de caer al suelo, momentáneamente inmóviles, como si el tiempo se detuviera, o como si alguien le hubiera dado al stop con un mando a distancia. Esta no era la excelencia derivada de una copia que degradaba el original. Fue una magnífica poesía en movimiento, un holograma que se convirtió en una máquina de efectos especiales. Y aunque el resto de la audiencia aplaudió, permíteme explicarte el por qué yo me negué a hacerlo.


La audiencia no aplaudió el trabajo técnico de los ingenieros que trabajaron detrás de la escena. No estaban celebrando el espectáculo. En su lugar, estaban reaccionando a un aviso simple y bien diseñado. Un cálculo de momentos, eventos y pausas perfectamente sincronizados, cuando el holograma hizo gestos cuidadosamente coreografiados, incluyendo arcos, que fueron optimizados con gracia simbólica. El lenguaje corporal solícito señaló al público que deberíamos responder con adoración, una danza de dos pasos de estímulo y respuesta entrenada para pedir una ovación. No digo que el trabajo no fuese algo excepcionalmente bien hecho, pero recordé el letrero luminoso de “aplauso” que alertaba al publico cuando debía aplaudir, cuando éste presenciaba un show televisado con espectadores en el estudio. Lo gestos de este holograma, eran una versión realmente sofisticada de este letrero, que le dicta al público cuando debe aplaudir.

El talentoso director de orquesta Eímear Noone, mejoró el espectáculo jugando un papel central en la farsa. Apegándose al guion que le pedía que reforzara la fantasía, actuó como si estuviera en presencia de una gran artista. Sus indicaciones visuales y sus gestos, nos dirigían a seguir su ejemplo y cumplir sus órdenes, al igual que él dirige la orquesta con autoridad. Manteniendo esta fachada hasta el final, llevando la ficción tan lejos como pudo, y con una gran actuación, hizo todo lo posible para que pareciera que le regaló una rosa al holograma de Callas.


En realidad, por supuesto, el holograma de María Callas no puede sostener flores reales, y la simulación no registró el afecto de nadie. El holograma no está encarnado o consciente, y no puede percibir nada, ya sea una gran ovación o un enérgico aplauso. Mientras que los cantantes, músicos, actores y bailarines humanos, sí pueden conectarse con sus audiencias, sintiendo y respondiendo a la energía positiva. Un holograma se siente tan conmovido por las emociones de otras personas como una roca, a pesar de lo que sugieren sus ojos, o sus labios o sus gestos de agradecimiento. Es simple, no puede porque allí no hay nada. Nada. 

Vivimos en una época en que la línea entre los humanos y las simulaciones se difumina en contextos en los que puede ser problemático perder de vista las diferencias.

Sabemos esto y, sin embargo, si en ese momento estás formado parte del público, estás anulando voluntariamente tu incredulidad. La única forma de evitar caer en estos trucos es resistir activamente su seducción. Después de todo, el poder de la sugestión y la somatización pueden ser grandes. Si te haces consciente de todo ello, sabes que estás presenciando una farsa. Pero ¿hasta qué punto estamos dispuestos a despreciar la realidad para vivir una experiencia? Cuando rogamos ansiosamente por esa recreación, de una antigua transacción musical entre el artista y el público ¿a quiénes estábamos realmente implorando? ¿A María Callas la diva muerta, o a quien creó el holograma de María Callas? ¿Qué hay de malo en querer sentir que realmente estás en un recital de Callas


El crítico teatral del Wall Street Journal, Terry Teachout, describió cómo se conmovió hasta las lágrimas, al sentirse conectado emocionalmente con el holograma en sí: "No fue hasta la primera repetición, Vissi d’arte de Puccini, que proviene de Tosca, una de las óperas con las que la soprano está más estrechamente identificada, que conecté a nivel emocional con la María Callas virtual. Las lágrimas vinieron a mis ojos sin previo aviso, y pensé que esto debía ser lo que realmente sentí haberla visto en el escenario”. Si una persona madura, con educación, cultura y conocimiento, se confiesa conectado emocionalmente con la actuación de un holograma, esta es la deriva que viene a continuación:

  • Los seres humanos que conectan emocionalmente con estas máquinas, son manipulados por ellas, empujados para desperdiciar recursos como el dinero, desarrollar preferencias y creencias ideológicamente contaminadas, o son explotados para renunciar a la privacidad.
  • Los seres humanos que conectan emocionalmente con estas máquinas, empiezan a verlas como dignas de atención ética, quizás incluso derechos, y como resultado terminan con menos recursos para asignar a otros humanos necesitados.
  • Los seres humanos que conectan emocionalmente con estas máquinas, desperdiciarán capital humano, recursos y habilidades sociales, que sería mejor invertir en interacciones humanas y pro-sociales. Los matrimonios de hologramas no vinculantes legalmente ya han tenido lugar. Y no, esto no es una broma.
  • Los seres humanos desarrollan malos hábitos al interactuar con estas máquinas, y transfieren este comportamiento a sus interacciones con otras personas.


Los seres humanos no reconocen cómo sus interacciones con estas máquinas refuerzan los estereotipos y sus propios prejuicios, ya que solamente obtienen satisfacción sin ningún tipo de contraste, negativa o discusión. Todo ello genera un individuo egoístamente aislado, sin habilidades sociales, dependiente de un sistema de entretenimiento al que le ha dado un valor superior, al que le da a una interacción con un ser humano real.

Ahora que vivimos en lo que algunos llaman una "sociedad posterior a los hechos", debemos analizar nuestras relaciones con cosas que simplemente no son lo que parecen. Las herramientas digitales engañosas, son un error que representa una grave amenazas para la democracia, y los hologramas podrían convertirse en armas políticas.

Durante la campaña de 2014 por la presidencia de La India, Narendra Modi usó la tecnología de hologramas, para poder convocar mítines simultáneamente en todo el país, presentándose como un holograma. Aparentemente, Modi se convirtió en el primer político en difundir su mensaje a través de “doppelgangers holográficos”. Muchos votantes sin demasiadas luces, o "poca capacidad", se habían quedado después de los mítines, para comprobar detrás del escenario y ver si realmente estaba allí, dijeron los funcionarios.


Más recientemente, la Biblioteca y Museo Presidencial de Reagan, desplegó un holograma de una versión de éste de 1984. Imagina ahora al equipo del presidente Trump, enviando hologramas de él y Ronald Reagan, ambos haciendo mítines simultáneos en todo el país. Sin embargo, el verdadero presidente estaría escondido en algún despacho, monitorizando las reacciones del público, o simplemente viendo los mítines desde su cama, y ocasionalmente levantando la vista para descubrir una cobertura brillante en Fox News. La presencia de Reagan, aunque sea virtual, daría la falsa impresión de que respalda a Trump, algo que no es posible, porque el 40 presidente de los Estados Unidos murió en 2004. Si la coordinación del discurso y la imagen son buenas, estos eventos podrían ser una propaganda política persuasiva.

Entonces ¿la misma Maria Callas hubiera apoyado y aplaudido a su holograma en un concierto? Después de ver que los aplausos parecen conmover al mismo holograma, podemos creer que sí podría haberlo hecho. Sin embargo, hay muchas razones para ser escéptico. Está bien sentirse impresionado por un holograma en ejecución, e incluso derramar una lágrima por las imágenes y sonidos cuando estos te emocionan. Pero hay mucho que perder, si nos permitimos rendirnos totalmente y aplaudir a un holograma de una persona fallecida como si fuera una persona viva.

Somos antihéroes en un mundo que ha dejado de creer en los hombres buenos.

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