MENOS HUMANOS Y MÁS EFICIENTES 👽

In my practice, I've seen how people have allowed their humanity to drain away. Only it happened slowly instead of all at once. They didn't seem to mind... All of us a little bit we harden our hearts, grow callous. Only when we have to fight to stay human do we realize how precious it is to us, how dear.

― Dr. Miles J. Bennell, Invasion of the Body Snatchers

Resulta curioso que en alguna que otra película de ciencia-ficción, ya haya salido como línea principal en el argumento, la erradicación de la humanidad, como solución precisamente a esta humanidad, o mejor dicho, como medicina sanadora para el planeta Tierra. Sin pasar necesariamente por un exterminio del estilo Independence Day o Ultimátum a la Tierra, en La invasión de los ladrones de cuerpos (1956) y re-makes posteriores, lo que se quiere eliminar, es el factor humano, pero no destruir la especie.


Poco a poco estos extraterrestres, sin cuerpo propio van repartiendo sus capullos y crisálidas por ahí, y los humanos replicados o reciclados mejor dicho por esta vía, salen iguales, renovados, pero… pues eso, que ya no son lo que eran. Lo son físicamente, porque permanecen la base física de la persona, su cuerpo, su inteligencia y sus recuerdos, pero el nivel de emoción, error, alegría, tristeza, o cualquier huella o atisbo de duda, miedo, incertidumbre, etc. desaparecen por completo. Desaparece el crimen, la violencia, todo el mundo va a lo suyo sin molestar a nadie, se habla poco o nada… y los pocos humanos reales que quedan, pasan a ser perseguidos como alborotadores del orden público, criminales, o algo peor. Si les pillan siendo “ellos mismos” la conversión, deja de ser voluntaria.

Si la mejor forma de arreglar el mundo es quitando de en medio todo atisbo de humanidad, es que tenemos un problema. Queda muy heroico y cinematográfico aquello de luchar por la Humanidad, pero lo cierto, es que más que un grano en el culo del mundo, somos un virus, o un tumor: para el planeta y para nuestros semejantes. Pero ojo, no del todo es así, porque el verdadero problema del ser humano no es que sea malo: es que tiene libertad y emociones. Fíjate lo que te digo, porque es bastante grave. Pero en seguida lo vas a entender…

Te voy a contar una batallita: en la carrera tuve un profesor de maquinaria, que cada vez que nos hablaba de ergonomía y seguridad, decía que no se podía confiar en las personas. Y que el ingeniero, siempre tenía que anticiparse al fallo humano, sin darle cabida y sin dejar margen alguno, de forma que para que el usuario, fuera imposible llevar al límite la pieza o el mecanismo en cuestión, si éste era maniobrado de forma manual. Los estudiantes nos mirábamos, preguntándonos ¿Cómo podría existir alguien tan imbécil, que estropeara intencionadamente una máquina?


¿Quién se iba a dedicar a semejante tarea? Porque por culpa de estos usuarios, en nombre de la seguridad, había que sobredimensionar todas las piezas del mecanismo, y disminuir el recorrido y los desplazamientos de estas, por debajo de sus límites reales, impidiendo así, que el usuario tuviera margen alguno o pleno control. Este tipo de usuario manazas, que además es un torpe, que lo rompe todo en cuanto te despistas, y que es además inútil e inexperto, resulta que somos todos; porque cualquier objeto, máquina, mecanismo o cacharrito que llegue a las manos de un ser humano, puedes esta seguro que está fabricado a prueba de imbécil.

Y es que si en una cadena de producción, en algún punto interviene el ser humano de forma directa, puedes estar seguro que si se da un error, va a a ser justo en ese tramo. Allí donde el manazas de turno, tiene la oportunidad de manifestarse, puedes estar seguro que así lo hará. Por eso hay que hacer cálculos previos y diseñar los procesos, de forma que aunque el ser humano intervenga y se equivoque, esto se contemple y el proceso prevenga un error en los resultandos, haciendo invisible esa intervención humana.


Por ejemplo, que en un mecanismo, la palanca no se pueda girar más de 45º para que no se parta, o que durante un proceso de compra en una web, si le das al botón “confirmar compra” éste quede velado, para que no le puedas das dos veces, y que por tanto, no se te cobre dos veces. Parecen tonterías muy obvias, pero antes de que utilicemos programas, automoción o tecnología, alguien ha tenido que pensar en todo esto. No solamente se tiene que calcular la funcionalidad y la utilidad de aquello que estás diseñando, si no que tienes que pensar, que va a terminar utilizándolo otra persona, que vete tú a saber, lo que tiene metido en la cabeza.

Mira, algo impensable a día de hoy: imagina por ejemplo un coche sin cambio de marchas, o sin límites de acelerado, o sin marcha atrás ¿Cuánto crees que tardaría el manazas de turno en quemar el motor o en destrozar el coche y matarse? Pues a eso me refiero. A eso se refería mi profe de maquinaria, cuando decía que no se podía confiar en las personas. Puedes ser el mejor operario, o el mejor conductor del mundo, pero a ti te pasan cosas. En cambio un brazo mecánico, un coche, una motoniveladora, o un software, no tienen preocupaciones, no se distraen, no lloran porque no se ponen tristes, no piensan en sus problemas y tampoco se emborrachan ni se drogan. Un ser humano, pues eso… de todo un poco.


Es por eso a lo que soy tan reacio a darle un valor real a las emociones, porque matemáticamente son una deriva de incertidumbre. El pretender darle un valor a las emociones a nivel de resultados, en el mundo real, puede ser el mayor error que esté cometiendo el ser humano en toda su historia. Porque en el momento en el que le das un valor a un objeto que no es tangible, estás poniendo por delante de la realidad y de los resultados, una variable que no controlas, precisamente porque no la puedes cuantificar. Puedes medir los resultados de una emoción, puedes estudiar su impacto, pero nunca por si misma, sino por su vehículo conductor: o sea, nosotros.

Dicho en palabras llanas: al universo no le interesa lo más mínimo como te sientas, lo que le interesa es qué haces o dejas de hacer, cuando te sientes de tal o cual forma. Lo que me da una segunda razón, para dejar fuera a las emociones en cualquier proceso, a menos que quiera servirme de ellas para manipular o alienar al consumidor o al usuario. ¿Te das cuenta? Nos creemos muy importantes, pero no somos nadie.

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