ESOS INCÓMODOS SILENCIOS ⏳
Mia: Don't you hate that?
Vincent: Hate what?
Mia: Uncomfortable silences. Why do we feel it's necessary to yak about bullshit... in order to be comfortable?
Vincent: I don't know, that's a good question.
Mia: That's when you know you've found somebody really special. When you can just shut the fuck up for a minute and comfortably share share silence.
Vincent: Well, I don't think we're quite there yet, but don't feel bad... we just met each other.
― Mia Wallace & Vincent Vega, Pulp Fiction
Para algunos la mejor escena de toda la historia del cine, pero no… no he hecho estadísticas. Tampoco hay que ser un lumbreras, para saber que la escena entre Uma Thurman y John Travolta es ya un clásico. Cada uno en su cabeza se habrá hecho una paja mental, y le habrá dado una interpretación, un valor, un significado y un sentido. Para cada uno de nosotros querrá decir algo. Por eso no voy a venir a iluminaros a todos con una visión monográfica, para deciros lo que de verdad quiere decir. ¿Una verdad sobre todas las demás? No soy Quentin Tarantino para explicaros la escena, pero sí que voy a contaros lo que yo veo.
Algo tan simple como un hombre haciendo de hombre, y una mujer haciendo de mujer. Justo eso y me quedo tan ancho. Algo que hoy es tan políticamente incorrecto afirmar de forma tan simple, básica y tajante, porque siempre hay un tonto o una tonta (que no se me olvide, para no excluir a nadie) que se ofenden. Si fuera Arturo Pérez-Reverte diría idiotas, que es omnigénero… pero como no lo soy, lo dejo en tontos y tontas. Un hombre y una mujer cuando no hay nadie mirando, están relajados y a su bola: eso es lo que vemos en esa escena. Y además cada uno en su mundo y con un mapa mental diferente, acerca de lo que está pasando. ¿Me invento algo? Vale, voy a inventarme algo:
Él está cumpliendo una misión, está trabajando realmente para su jefe. Tiene que sacar a la mujer de su jefe por ahí para que esté entretenida, se divierta, vaya a cenar a un sitio bonito, bailar y tomar una copa. Todo muy polite, todo lo que una mujer en plan clásico, podría esperar de un cortejo pero sin ser cortejo, claro. Es una mujer casada con el jefe de su acompañante, por lo que aquí la seducción, no es más que un juego, un chiste, o una ilusión.
Vincent está en horario de trabajo, tiene que hacer lo que ella diga, pero teniendo mucho cuidado. Está cobrando por lo que hace. Y aunque no es un empleado cualquiera, sabe que éste es un encargo, que solamente haces a alguien con quien tienes mucha confianza. Aunque debe cuidar de ella y hacer que se lo pase bien, sabe que no debe cruzar ciertas líneas, porque al final tiene que devolverla a su casa, absolutamente intacta. Realmente Vincent no ha salido a cenar con Mia, ha salido a cenar con su jefe. Podrá ser más o menos agradable, hacerlo mejor o peor, pero no tiene que quedar bien con ella, tiene que quedar bien con Marsellus Wallace: el boss que le paga el sueldo.
Ella en cambio está de fiesta, es consciente de la situación y precisamente por eso, sin perder la corrección o las apariencias, da pie a una inmerecida confianza. Se siente segura porque está jugando en su tablero y con sus normas, sabiendo que su cita no puede decirle NO, tampoco puede darle una mala respuesta, o actuar de forma inapropiada al menos a la vista de todos. De hecho, poco después al silencio incómodo, cuando Mia quiere salir a bailar y a él no le apetece, lo primero que hace es recordarle, que esa noche debe hacer todo lo que ella le ordene, si no quiere tener problemas. No se lo dice exactamente con esas palabras, pero es lo que pasa.
Mia se siente libre de actuar como quiera y de decir lo que quiera, mientras Vincent tiene que medir cada palabra y cada gesto. Ella sabe que diga lo que diga, o haga lo que haga, es un juego. Desde el otro lado no se ve igual, porque desde el otro lado se están jugando el cuello. Él le propone un tema para hablar, un rumor en el que ella está implicada, y ella trata de ponerle picante a la conversación, para quitar lo artificial de la situación, porque no es auténtico. Ninguno de los dos, probablemente hubiera escogido a la otra persona para salir a cenar, y cada uno a su manera está actuando. Si cada uno se hubiera quedado en su casa, la vida hubiera seguido igual.
Y si piensas un poco, ves que todo es forzado, concertado y correcto, por eso lo que más me gusta de esa escena es el silencio. Cómo ella le mira mientras sorbe, te preguntas ¿qué le estará pasando por la cabeza? Por un segundo, su mirada es depredadora; en el segundo siguiente parece enfadada, agresiva; y al final parece triste o decepcionada. Todo eso sin hablar: es lo que me flipa de esa escena. Te das cuenta de que las palabras, son precisamente lo que menos importancia tiene de todo. Toda esa conversación es teatro, cordialidad, un disfraz de lo que pueda haber por debajo. Él está a su bola, está tranquilo y lo mejor de todo, es que en ese silencio no se pone nervioso, no siente la necesidad de complacerla o salir del paso, contando un chiste que no viene a cuento, o rellenar ese vacío con información ¿Y sabes por qué? Porque no hay vacío.
Sé que solamente es una escena en una película, pero pocas veces creo que se haya podido clavar de mejor manera, lo que es un hombre y una mujer. Cómo nos comportamos, el miedo a la reacción, o lo que nos atrae del otro sexo, o cómo nos sentimos en confianza cuando nos la dan, o cuando la ya llevamos puesta saliendo de casa. ¿Te das cuenta? No hemos hablado ni de amor, ni de sexo, ni de nada de lo que en teoría nos debería picar, para llenar ese momento. Debe existir algo más entre hombres y mujeres, que lo que vemos a simple vista.
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