PINOCHO Y LA PARADOJA DE MORAVEC🤖

It is comparatively easy to make computers exhibit adult level performance on intelligence tests or playing checkers, and difficult or impossible to give them the skills of a one-year-old when it comes to perception and mobility.

― Hans Peter Moravec, Mind Children: The Future of Robot and Human Intelligence


Si Pinocho fuese una inteligencia artificial, sería bastante coherente que quisiera ser un niño de verdad. Aunque Spielberg en A.I. (2001) ya nos lo mostró fabricando un niño-robot, que por encima de cualquier cosa quería convertirse en un niño de verdad, para ganar el amor de su madre hasta lo enfermizo. David, el niño-robot, estaba siendo fiel a una programación.

Actualizando un poco el contexto de la cita original de Moravec, podemos decir que es más fácil que los algoritmos, reproduzcan un comportamiento más eficaz al responder a tareas abstractas, como hacer tests de inteligencia, o jugar al ajedrez, y que resulta mucho más complejo, dotarlos con habilidades motrices y la percepción propias de un niño de un año.

LA IA🔴 ES INGENIERÍA INVERSA


Para que el algoritmo funcione, tenemos que definirlo con todas las variables, valores y posiciones posibles, que engloben todos los casos de psicomotricidad y movimientos naturales, para reproducir una aproximación lo más fiel posible, al comportamiento que podría tener un animal o un niño, cuando no estamos hablando de tareas abstractas.


Imagina solamente toda la información que habría que introducir, para reproducir expresiones faciales y asociarlas a estados de ánimo. Teniendo en cuenta además el movimiento de los labios, de las cejas o la dirección de la mirada para interpretar exactamente no solo lo que quiere decir el sujeto, sino además replicar un estado de ánimo.

La inteligencia artificial no replica o no genera nuevos movimientos, si previamente no se han previsto en la casuística total de posibilidades. No estamos hablando de cálculos, ni de un texto, ni de un diálogo, sino a respuestas como movimientos mecánicos, posiciones, desplazamientos, expresiones y todo lo que se traduzca en adaptación al 3D.

Todo lo que se sale de los estándares de una trayectoria sin obstáculos, o un movimiento repetitivo y mecánico con posiciones prefijadas, para la inteligencia artificial es mucho más complejo de reproducir, al no llevar implícita la capacidad de interpretar una situación o un escenario, sin información previa, o sin al menos unos valores nominales o por defecto, que definan su comportamiento en un escenario no predecible.

EL TEST DE TURING ¿CON QUIÉN O CON QUÉ ESTOY HABLANDO?


De una manera simplista, podemos decir que una entidad es artificial, si previamente la hemos diseñado, programado, ejecutado su código, fabricado y podemos activarla, desactivarla, modificarla, desenchufarla o eliminarla. Aunque la trampa va en la propia definición, otorgándole a la entidad el valor de algo “que es”, en lugar de decir “objeto”.


El Test de Turing es la evaluación que se hace a una inteligencia artificial, de forma que una persona haciendo uso de una interfaz de chat o conversación de voz, con “alguien” durante un tiempo estipulado, si tras finalizar el tiempo de la prueba, la persona no es capaz de asegurar si su interlocutor es humano o una máquina, el test se habrá superado con éxito.

La clave está en los detalles: las imperfecciones, la ausencia de trayectorias o secuencias repetitivas, que destapen una programación o un posible bucle. Mientras haya una interfaz 2D, podremos ser engañados, pero a menos que la tecnología sea brillante y realista, cosas como el tacto, temperatura, el llanto o la arbitrariedad, seguirán siendo difíciles de emular.

Es precisamente el libre albedrío lo que no se puede emular; en especial en las acciones más pequeñas e intrascendentes, en la manera personalizada de resolver en lo pequeño, que tenemos cada uno de nosotros, para abordar los detalles insignificantes, que no tienen porqué conducir a la ejecución de una tarea, sino que simplemente son parte de nosotros.

LA PARADOJA DE MORAVEC


La tan temida singularidad de la IA, es el reflejo de querer atribuirle una consciencia a una entidad vacía en un proceso de transhumanización, cuyo objetivo pretende contender, en un dispositivo u organismo artificial, lo que entendemos por autoconciencia, alma o esencia viva de lo que nos diferencia y convierte en humanos, manifestados en esta realidad 3D.


Nuestra ventaja, según la paradoja de Moravec, es que en lo pequeño y en los detalles característicos humanos, basados en la imperfección y en la manifestación real del evento, cuesta mucho más intentar replicarnos o imitarnos, debido a la cantidad de información que se necesita, para personalizar este tipo de tareas y acciones que realizamos sin pensar.

Una inteligencia artificial, no puede improvisar sin unos estándares mínimos, que consisten en una o varias posiciones alternativas ya programadas, aunque se trate de secuencias aleatorias y unos valores por defecto. Es por ello que pretenden condicionarnos cada vez más, a la comodidad de la domótica, al uso de asistentes y a la llamada tecnología smart.

De esta forma, consiguen poco a poco que nuestras facultades, gestos, tareas y acciones en lo pequeño e insignificante, resulten mermadas en favor de la comodidad, eliminando cualquier necesidad de esfuerzo individual. Así de cara al futuro nos iríamos transformando poco a poco, en seres menos humanos en el detalle, perezosos, dependientes e incapaces.

LA IA🔴 NOS INCAPACITA DESDE LA COMODIDAD


La mejor prueba de que la inteligencia artificial está tomando el control sobre nuestra actividad cotidiana, es que se están reduciendo al mínimo, todas las tareas que implican espontaneidad, movimiento, desplazamiento o trabajo manual en detalle, porque somos nosotros, los que nos estamos adaptando a las carencias de la IA, y no al revés.


¿Qué nos ofrece a cambio? Una comodidad que nos incapacita: el camino fácil y rápido es el que nos hace llegar en el corto plazo a una recompensa mínima pero inmediata, reduciendo nuestras opciones y el grado de libertad de nuestra toma de decisiones. Cada vez tomamos menos decisiones en primera persona, o realizamos tareas no planificadas.

Un mecanismo que nos vuelve dependientes, a la hora de abordar tareas complejas, de forma que evaluemos siempre antes de actuar, si la resolución del problema (por ejemplo), nos cuesta más de tres pasos, para que desestimemos abordar la tarea, y que ésta la resuelva un tercero: una inteligencia artificial a través de una empresa de servicios.

Siendo este servicio, prestado por una corporación o su filial, con capacidad suficiente para reducir precios, de forma que no se pudiera competir y que por cualquier comparativa, te resultara siempre más barato, que acudir a otro tercero o en realizar esa tarea por ti mismo, reuniendo los materiales y elementos necesarios para resolver: Véase Amazon ¿te suena?

Somos antihéroes en un mundo que ha dejado de creer en los hombres buenos.

Comentarios

  1. Los chatbots inventados por Eugenia Kuyda y James Vlahos son intentos de salvar a los vivos del fin de todos los mundos posibles, aferrándose al vínculo que la muerte ha disuelto. Intentan triunfar donde la fotografía y los sueños fracasan.

    https://libertaliadehatali.wordpress.com/2021/01/17/chateando-con-los-muertos/

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    1. Digitalmente podemos crear una interfaz interactiva con contenido, aunque este contenido responda a unos algoritmos y a unos valores basados en el conocimiento de la persona, no es esa misma consciencia. La energía de las personas que estén haciendo uso de esa tecnología, lo único que puede hacer es atraer entidades parasitarias que utilicen ese chat cómo mascara. Para mí es una ouija digital.

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