OBJETIVO: SER FELIZ SIN PEDIR DISCULPAS ☄️

It’s not an S, on my world it means hope.

— Superman, The Man of Steel

Todos los días sale el Sol. Aunque no lo veamos, aunque no nos demos cuenta, aunque estemos encerrados delante de un ordenador entre cuatro paredes o, aunque fuera esté lloviendo. El Sol ha salido y lo ha hecho para todos por igual. Lo ha hecho hoy y lo hará mañana también. Muchos de nosotros no nos daremos cuenta, pero ahí está bien en lo alto dándolo todo como hace siempre. El Sol no tiene voluntad para brillar sobre unos sí y sobre otros no, porque es un astro y está muy por encima de esas pequeñeces. Algunos hacen por verlo y disfrutarlo, pero a muchos de nosotros se nos olvida.


Es fácil ensimismarse y desde lo pequeño, creer aquello de “es que todo me pasa a mí”. Es lo más fácil desde luego, antes de reconocer que no has hecho todo lo suficiente, y todo lo que estaba en tu mano por conseguir tus objetivos. Piensa que, si ese objetivo es el amor verdadero, que es de lo que estoy hablando, no todo depende de ti. Si todo dependiera de ti, por muy bien que lo hicieras o lo trabajaras, de verdadero tendría poco, porque podría fabricarse, contenerse, moldearse, hacerse mejor o peor e incluso comprarse, por lo que no sería verdadero. ¿Lo ves? ¿qué de verdadero tendría si dependiera todo de ti?

Para lo pequeño que es nuestro ombligo en proporción al resto del cuerpo, a veces resulta ser demasiado grande en nuestra percepción, si la mayor parte de nuestro tiempo nos dedicamos a observarlo continuamente, centrándonos solamente en él. Dejamos de ver que el Sol sale para todos y nos regocijamos en la oscuridad de una cueva, que es supuestamente más segura. En la cueva no se ve ni el polvo, ni la suciedad porque está oscuro… entonces parece que todo está bien, porque nadie te dice lo contrario.


Que no haya nadie mirando, no quiere decir que tu casa esté limpia, o que en tu casa entre la luz del Sol a través de una ventana. Siempre, siempre, hay que dejar una ventana abierta para que entre la luz y corra el aire, al menos una. Si no se deja, el aire se estanca se vicia y cada vez es más difícil respirar. Y sin respirar, no podemos vivir. Solo un suicida se encerraría por dentro con llave, y se negaría la oportunidad de respirar. Probablemente se consumiría en poco tiempo tratando de encender un fuego que no tardaría en chupar todo el oxígeno que quedara. ¿Vivir solo de uno mismo, de lo que cree, de lo que siente, de lo que siempre ha hecho hasta el momento presente? Así jamás podrás aprender nada nuevo, ni amar a nadie que no seas tú. Una jaula puede mantenerte con vida, pero ¿qué vida es la que se vive dentro de una jaula?

¿Y si quieres salir? ¿sientes que tienes que pedir disculpas por hacerlo? Nadie te está haciendo ningún favor dejándote vivir, respirar o relacionándote. Nadie. Si tu eliges meterte en una jaula o en una cueva, también puedes elegir salir de ella, sin pedir permiso o disculpas a nadie. No he olvidado el mundo en el que vivo, en el que un hombre se la juega a cada paso que da si quiere obtener algo en la vida. Ni mucho menos: soy tanto o más consciente que antes, de los riesgos que debemos asumir si queremos llevar una vida digna, sana y completa libre de miedos y temores.

Pero sinceramente, me he cansado de vivir dentro de una jaula a la medida, me he cansado de adaptarme yo a lo que dictan los falsos mercados de la igualdad de género, que venden cualquier cosa excepto igualdad. Y lo que es más grave, invaden la vida de hombres y mujeres y por ley les enfrenta, prohibiéndoles trabajar juntos por un futuro común y mejor. Y yo me niego a someterme a ese mercado. No lo acepto, esas normas no son para mí. No me he vuelto naive de golpe, no nací ayer; pero los extremos están forzando a que nos vayamos a un lado u otro, y en ningún extremo vamos a encontrar amor verdadero.


Fíjate lo que te estoy diciendo, porque además te lo estoy diciendo gratis: los extremos nos están obligando y condenando a no confiar, a que no nos fiemos el uno del otro a sabiendas de nuestras hijoputeces propias y diferencias porque de hecho las hay; nos están diciendo que el otro es el malo y que debemos permanecer separados; y todo, porque por lo visto para la macroeconomía, es mejor que no nos relacionemos naturalmente.

Que tú puedas elegir con quien estar, no interesa; porque interesa que estés con quien te digan que puedes estar. Da igual que ames o no, lo único que quieren es controlar la población. Y es más fácil controlar a hombres y mujeres separados por un tabique, que juntos. Porque saben, que juntos somos muy jodidos de vencer. Es así de simple: no es We are the World, es que si nos creemos todos los que nos dicen, acabaremos por ceder nuestra libertad por completo, para que “no nos ocurra nada malo y así poder vivir seguros”.

El malo de la película te diría que es precisamente con esperanza, con lo que se puede vencer al hombre: dándosela y después quitándosela en la cara, haciéndole ver que su esfuerzo ha sido inútil y en vano. Pero el tema es, que a ti nadie tiene que decirte en lo que debes creer. No tengo por costumbre creer en las cosas que no se pueden tocar, ver, o pesar. De la misma forma que la esperanza no se envasa, el miedo tampoco se pesa en Kilos. Yo puedo creer en lo que depende de mí: en lo que yo como hombre puedo hacer con mi voluntad, mi tiempo y mi esfuerzo, y en los hechos que de ello deriven. Sé que ese es mi campo, es donde puedo jugar; pero no puedo controlar lo que sale de ahí, si existe la voluntad de otra persona.


Ese es el problema, nos enseñan a desear, pero no a decepcionarnos. Por eso uno aprende a decepcionarse. Y nos hacen confundir deseo con posibilidad, y posibilidad con hecho. Pero no, hay cosas que no salen de una fábrica. Puedes demostrar amor, pero no puedes vender o fabricar amor. No puedes comprar confianza; puedes ganártela y después confiar, o empezar confiando; pero no encontrarás bonos de confianza a 200€ el viaje como en la barra de vida de los video juegos. Hay cosas en el amor verdadero, que solamente pueden conseguirse, practicándolas. Es lo mismo que decir que el movimiento se demuestra andando, porque no hay otra forma de hacerlo. 

Si todos nos metemos en la trinchera de la seguridad de esta jaula cerrada con llave por dentro, para que nadie nos dañe, viviremos por siempre una vida de esclavo. Una vez que aceptemos nuestra verdadera naturaleza y dejemos de esconderla bajo nombres ficticios y normas artificiales que nos obligan a odiar, entonces y solo entonces cuando hayamos aceptado al otro, seremos capaces de amar sabiendo realmente lo que hay. Y digo lo que hay, lo que es, lo que existe, y no lo que a nosotros nos gustaría según un falso modelo. Todo amor verdadero empieza por aceptar al otro para poder confiar en él.

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